A caballo entre el campo de Tarragona y las tierras del Ebro, bajo la imponente sierra del Montsant, el Priorat surge abruptamente de la tierra. Rodeadas de muelas de más de 1.000 metros de altitud, las viejas cepas de cariñena y garnacha tinta cubren las vertiginosas laderas de pizarra de la finca Sant Martí. Un paisaje trazado por la sabia mano del hombre, donde bancales de piedra construidos a lo largo de los años roban pequeños pedazos de tierra a la rocalla. Un esfuerzo titánico que nos recompensa con este vino amable y honesto, envejecido en barrica y afinado en ánfora. La viva singularidad del Priorat.