Desde finales del siglo XIX los maestros cerveceros cistercienses elaboran una cerveza especial para ser consumida durante el invierno. Su largo proceso de maduración, casi el doble de lo normal, nos proporciona una cerveza con más cuerpo y densidad y un intenso gusto a cereal. Una tradición histórica, ideal para combatir el frío y acompañar las copiosas comidas navideñas.