De madrugada, cuando el sol aún no ha salido, Azuleiro, «el que hace el azul», recorre la costa atlántica para pintarla de arriba abajo. Cruza mares, rías y montañas, envuelto en una capa de algas y salitre, pintando el azul que la noche se llevó. Pinta las olas, la brisa y el horizonte donde faenan los pescadores. Y así, en silencio, cuando el sol llega, la costa despierta, tranquila, bella, bajo el cielo del Atlántico, vestida de azul. Solo entonces, Azuleiro, abre la botella y bebe despacio la luz del amanecer.