En una pequeña elevación del terreno, abierta a los cuatro vientos, el viejo Castillo de Elios domina los viñedos de la inmensa meseta castellana. A sus pies, bajo un sol de justicia y escasas de agua, las vides de cencibel (tempranillo) extraen de la tierra la esencia de un paisaje duro y milenario, permitiéndonos saborear toda la fuerza e intensidad de su clima.